El Águila Y El Fénix -Parte I
La reina Isabel meditaba. Con los codos reposando sobre los brazos de la silla y la cabeza erguida, el mentón apoyado sobre sus manos...
No conozco suicida más exquisito que un poeta. Avivar la herida y usarla como tinta, podría considerarse una eutanasia. Pero le llamamos poesía porque, lejos de matarnos, nos hace sentir vivos. Y eso es un arte.