Con tus labios me has dicho que no quieres irte
Y con elocuentes silencios te he dicho que no quiero que te vayas;
La Luna se oculta entre nubes de la ciudad que ya duerme
Como oculto yo mis ojos de tus insistentes miradas…
Hace rato ya que hemos dicho adiós y, sin embargo,
Nuestros corazones siguen juntos y nuestras manos, entrelazadas…
Hoy descubrí la magia que se encierra en un beso
Que con sólo rozar la piel puede tocarte hasta el alma;
Hoy aprendí a leer en tus manos cada uno de tus sentimientos
Y a decirte con las mías lo que no puedo decir con palabras.
Y se detuvo mi calendario en un espacio sin tiempo
Y la noche siguió derecho, sin darle llegada al alba…
Y me sumergí en tu recuerdo hasta que rompió el ensueño
El primer rayo de Sol que se coló por mi ventana…
Desde entonces veo tu sombra en la silla de aquel parque
Y a ella me abrazo en las noches, confundiéndote con mi almohada;
Y aún siento cada caricia marcada con hierro ardiente
Desde el corazón de la piel hasta la piel del alma
Y empiezo a temblar de nuevo, como en aquel último abrazo
Y vuelvo a escuchar en el viento cada una de tus palabras
Y tu ausencia empieza a dolerme, como una herida profunda
Y entonces empiezo a entender, de repente, cuánto te amaba
Mas aunque hoy se oculten tus ojos de mis ojos anhelantes
Como ayer se ocultaba la Luna de la ciudad aletargada;
Y aunque ya no me muestren tus manos ninguno de tus sentimientos
Ni pueda decirte con las mías lo que no dicen mis palabras;
Yo te seguiré esperando en la silla de aquel parque
Desde que nazca la noche hasta que vuelva el alba
Para que vuelvas a besarme como lo hiciste un día
Y para darte entre caricias lo que queda de vida en mi alma
Pues aún el eco de tu voz me dice que no quieres irte
Y mi corazón aún te grita que no quiero que te vayas
Y porque aquella noche lejana nuestros corazones se unieron
Y nuestras manos quedaron también enlazadas en la distancia…