He pronunciado tu nombre entre suspiros
En el dolor de mis quejidos, hundido en el lodazal;
Muriendo de dolor, de desesperación, de frío,
Sufriendo lentamente la cruz de mi martirio,
Abrasado por el fuego de la fatalidad
Y, sin embargo, aún es grato a mis oídos,
Aquel nombre que invoca mi pobre humanidad;
Como lo fuera ayer, en tiempos ya perdidos,
En los que yo ofrecía mi vida ante tu altar
Mas no puedo, por ello, detener el castigo;
Que juré vengarme, con Dios como testigo,
De aquellos que asestaron en mí, herida mortal
Otros desde su tumba ven aquel rostro asesino
Cubierto con la gloria de su traición falaz;
Y yo, que fui engañado, mas he sobrevivido
Que he vuelto de la muerte, aunque enterrado vivo,
Habré de destruirlo, sin contemplar piedad
Por ti, que aún sigues con esperanza tu camino;
Por mí, que he renacido de mi prisión fatal;
Por mi padre amoroso, que no gozó de tal destino;
Por Dios, que me sostuvo para cumplir su Voluntad
(Y avivo, en mis adentros, clamando por su auxilio,
La llama de mi odio, para que sostenga mi designio,
Temiendo sucumbir a tu ruego fatal)
¡Es preciso que me vengue! Catorce años he padecido
La vida que arteramente me supieron arrebatar;
Catorce largos años, que su nombre he maldecido,
Por todo lo que amé, fuese humano o divino;
Por todo lo que nunca habré de recobrar
Mas tiemblan los cimientos del castillo que he construido,
En torno al infortunio que me juré cobrar,
Ante el corazón puro y aquel ruego sencillo
De aquella que amé un día, con devoción voraz
Y, entonces, sucumbo, entre mis desvaríos;
Amansado está el león; el vengador, vencido,
Mi rugir se somete a tu voz celestial
Porque este corazón, que yo creí abatido,
Con sólo una palabra ha vuelto a palpitar;
Cediendo a tu dolor, y rindiendo sus latidos
A los de tu corazón, que llora entre gemidos
Con la cruel inocencia de quien aún puede amar
Y veo derrumbarse todo aquello que he querido
En pago por lo que amé, y que no tendré jamás;
Pues no me arranqué el corazón, cuando hice un voto a bríos
Para vengar la sangre que otros de mí han vertido,
Derramando la suya, hasta verles expirar
Insensato de mí, que aquel error fatídico
Hoy es mi perdición, y por ello he sucumbido,
Pagando con mi vida tu fe y mi debilidad...
¡Hola, Daniel! Qué gusto saludarte por este medio. Muchas gracias por tanto apoyo, por tus palabras de aliento, y por tu amistad. Un abrazo enorme, en verdad me hace muy feliz leerte, que la admiración es mutua 🤗🤗🤗🤗
Al fin una vez me permite esta página enviarte un comentario. Y no mucho más que decirte que lo que en varias oportunidades te he expresado en tus escritos de Instagram... ¡Me encanta tu poesía! Y muchos más deberían leerte. Gracias por cada palabra escrita, son todas un regalo inmenso para el alma.