Mariana Escobar
Ofelia En Agonía

Te siento vibrar, al compás del tiempo,
A paso rápido, a paso lento;
Barco a la deriva, en plena tormenta,
Que, roto el timón, cae en las fauces del viento
Te veo llorar, a la sombra del árbol
Con lágrimas secas, que no tienen eco;
Y que, como hojas que besó el otoño,
Se rinden, cansadas, al abrazo del suelo
Se marchó tu risa de Sol de verano,
Tu boca de Luna, tus ojos de lucero;
La ilusión temprana donde resguardaras
El tesoro azul de todos tus sueños
Hoy sólo te cubren densos nubarrones
Y yo, que lo veo, no puedo creerlo;
Mas junto, en pos tuyo, mis trémulas manos,
Guardando en mis labios, por ti, cada rezo
Pensando que, acaso, mi fe de madera
Sostenga tu alma, que se vuelve yeso;
Carbunclos ardientes vueltos ya cenizas,
Tras la cruel tormenta que arrastró tu incendio
Y acuno tus penas sobre mi regazo,
Cantándole nanas a tu desconsuelo
Para que, dormidas, viajen a otras tierras;
Para desterrarlas con éstos, mis versos
Y hago marañas, con dedos inquietos,
Sobre el rubio ocre que anida en tu pelo;
Creyendo que pueda destrabar el nudo
Que ata a la tristeza cada pensamiento
Pero no lo logro… Te encuentro lejano
Taciturno y débil; abstracto y ajeno;
Me mira un espectro con ojos que he amado,
Sin que inflame en ellos su cálido fuego
Entonces, callada, uno a ti mi llanto,
Y, en tu boca árida, te siembro mis besos;
Como en una tierra seca y olvidada
Donde, no obstante, sí crecen los brezos
Que, si en la alegría, no oyes mi llamada,
Ni escuchas mi canto entre tus lamentos,
Yo compondré un réquiem para nuestras horas,
Y abrazaré espinos, si no tienes rosas,
Hasta que sean uno mi cielo y tu infierno